BIENVENIDOS A SAN PEDRO QUIATONI

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En las hondas raíces de San Pedro Quiatoni, pueblo arraigado en la rica tierra de la cultura zapoteca en Oaxaca, se entreteje una historia que actúa como un legado de sabiduría para el presente. Nuestro pasado, como un testimonio de tradiciones centenarias y conexiones profundas con la naturaleza, nos ofrece una brújula para orientarnos en el presente. Aprender de las experiencias de nuestros antepasados en San Pedro Quiatoni implica no solo asimilar sus triunfos, sino también entender sus desafíos y cómo cultivaron la resiliencia y la unidad para superarlos. Esta mirada al pasado no es un ejercicio meramente histórico, sino un recordatorio de que las lecciones de ayer son las semillas que germinan en el terreno fértil de nuestro presente.

En nuestra búsqueda de la excelencia y el progreso como comunidad, el aprendizaje continuo de nuestra historia se convierte en un faro que guía nuestras acciones diarias. La clave para ser mejores cada día y alcanzar nuestras metas radica en la comprensión de que somos herederos de un legado que nos desafía a superar obstáculos con valentía y a trabajar en unidad. En San Pedro Quiatoni, el camino hacia la mejora personal y colectiva se ilumina al reconocer que nuestras metas no son simplemente individuales, sino un reflejo de la aspiración compartida de crecer juntos como pueblo. La cultura zapoteca nos enseña que la grandeza no es un destino, sino un viaje constante de aprendizaje, cooperación y superación, forjando un presente en el que cada día nos acerca un paso más a la mejor versión de nosotros mismos y de nuestra comunidad.

NUESTRA HISTORIA

De acuerdo con las investigaciones hechas en diferentes archivos históricos de nuestra ciudad capital, se sabe que San Pedro Quiatoni fue fundada después de Mitla por los zapotecos en alrededor del año 980, por grupos indígenas zapotecas que quedaron en esta región resguardando y cubriendo el territorio de los avances de la guerra. La historia nos habla de tres reyes zapotecas que se destacaron en la guerra,

  • Zaachila I, fundador del lugar del mismo nombre, que combatió a los mixes y chontales, aliado con los mixtecos, dominando hasta Tehuantepec;
  • Zaachila II, que continua en guerra con los citados grupos aborígenes.
  • Zaachila III, que se enfrenta a los mixtecos y a los mexicas, siendo vencido, dejando guarniciones en diferentes lugares, posteriormente subió al trono Cosijoeza continuando en guerra, siendo Mitla centro de reuniones religiosas, posesionados en esta región, buscaron un lugar céntrico del territorio que tenían conquistado para fundar el pueblo en que hoy vivimos. Después de la conquista le fue expedido por el Gobierno colonial su título primordial de propiedad en el año 1537, y el 23 de octubre de 1891 recibe el rango de ayuntamiento perteneciente al distrito de Tlacolula.

CIVILIZACIÓN ZAPOTECA.

Los grupos zapotecos a través de los siglos, se desarrollaron en territorios definidos con una civilización común, antecedentes para los otros grupos que venían del norte de origen náhuatl y para los del sur de origen maya. En el valle de Oaxaca tenían como punto de reunión dos centros religiosos: Monte Alban y Mitla; posteriormente se aliaron con los mixtecos mostrando el avance de su cultura, quienes tenían como centro ceremonial Mitla Los grupos zapotecos se consideraron como grupos intermedios entre las culturas maya, náhuatl, tolteca y olmeca.

El rescate del Zapoteco

Hubo un tiempo en que el zapoteco fue una de las primeras lenguas escritas en Mesoamérica. Cuando miro hacia el pasado de nuestro país, especialmente la historia de nuestros antepasados indígenas, me llena de orgullo saber que aún estamos aquí, que seguimos resistiendo a pesar del incesante avance del tiempo.

Primero, nuestros ancestros enfrentaron una lucha interminable contra los aztecas y los mixtecos. Luego, con la llegada de los españoles, comenzó un proceso de alianzas, a veces forzadas, entre las culturas indígenas y los conquistadores. Los pueblos originarios, ingenuos ante un futuro incierto, abrigaban la esperanza de una vida mejor. Sin embargo, desconocían la avaricia y la ambición de los recién llegados a tierras americanas.

Considero de vital importancia rescatar nuestro idioma. Con el paso del tiempo, la globalización, la tecnología y la emigración han contribuido al desplazamiento lingüístico del zapoteco. Aunque el cambio es inevitable, la pérdida de nuestra lengua madre no tiene por qué serlo.

Sea cual sea la razón por la que no enseñamos zapoteco a nuestros hijos, lo cierto es que negarles su origen es un error irreparable. No debemos esperar a que nos lo reprochen en el futuro. Entiendo que no es fácil; yo mismo me frustro cuando intento comunicarme con mi hijo y no me entiende, o cuando trato de hablarle en zapoteco sin encontrar un tema de interés para él. En casa, soy el único que lo habla, y a menudo mezclo idiomas sin darme cuenta. Sin embargo, cada día me esfuerzo por recordar lo fundamental que es que mi hijo aprenda nuestra lengua.

Díganme, ¿hay algo en este mundo que no requiera sacrificio? Todo esfuerzo conlleva un precio, pero precisamente por eso es valioso. Si nos detenemos a reflexionar sobre la riqueza de nuestra cultura y la importancia de preservar nuestras raíces, comprenderemos el tesoro que tenemos en nuestras manos.

Tuve que salir de mi país para darme cuenta de la grandeza de mi cultura. Sentí vergüenza al descubrir que los extranjeros conocían más sobre mi historia, mi estado y mi país que yo mismo. Esa experiencia me llevó a una profunda reflexión y, desde entonces, comencé a estudiar y a leer más sobre mis raíces y mi gente.

Me pregunto qué pasará en cien años si no hay nadie que hable zapoteco. ¿Dónde podremos recuperarlo? A diferencia del español, que cuenta con millones de hablantes, nuestra lengua se habla solo en nuestra comunidad. Si permitimos que desaparezca, no habrá quien la transfiera a las futuras generaciones.

Por ello, hago un llamado urgente: actuemos antes de que sea demasiado tarde. Cualquier esfuerzo, por pequeño que parezca, es un paso hacia el cambio. No dejemos que nuestra lengua y nuestra identidad se extingan. La preservación del zapoteco está en nuestras manos.